"hacer un lugarcito"

Una de las escenas más tiernas del Evangelio es la de María embarazada, montada en un burrito, y a su lado José, en silencio, golpeando las puertas del pueblito de Belén, buscando un sitio digno para que nazca el Niño. Tierna y dramática. Dios, hecho carne, buscando sitio entre los hombres. Y no lo encuentra. Pensar que un niño, ocupa tan poquito lugar, y para él no lo hubo, sino en una cueva de animales, en suma pobreza.
Esto que imaginamos del relato histórico, también se repite, espiritualmente hoy, en esta Navidad, en mi propio corazón. Adviento es este tiempo en que Dios anda pasando, buscando sitio para nacer, para manifestarse, y esta vez, así como entonces lo buscaba en la posada y en las casas de Belén, lo anda buscando en mi propio corazón. Yo tengo que hacerle sitio en mi alma, en mi vida, en este momento de mi historia, sea el mejor o el peor, con mis gracias y mis pecados. ¿Por qué nos resistimos?, ¿por qué esta sordera cada vez que nos tocan la puerta?, ¿por qué este hacernos los zonzos para que pase de largo?
Y es que 'hacerle sitio' al Niño, significa que tengo que disponer la 'casa', y tirar todo el cachivacherío que le está robando el sitio al Niño. El cachivacherío de mi orgullo, mi soberbia, mi sensualidad, mi pereza, mi falta de caridad, mi apego desmedido a las seguridades o a la angustia por falta de ella, mis frivolidades, mis ansiedades y urgencias que han conseguido que haga ya mucho tiempo que no recemos como debemos, o simplemente no recemos.
Pero tampoco podemos pretender de mi corazón el Pesebre ideal. Ni Dios lo pretende. Lo que pretende es un 'lugarcito', es la buena intención, es el anhelo de que su presencia nos cure, es el deseo renovado de ser buenos. Nosotros quitaremos algunas cosas, y el resto lo va a hacer Él. Si justamente para eso viene, para eso se encarna, para eso anda buscando mi corazón, porque sabe que no podemos con todo, porque sabe que somos débiles y perezosos.
No pide una casa donde todo esté perfectamente en orden y prolijo. Pide un rinconcito para nacer y así ayudarnos con nuestros desórdenes e improlijidades: viene a devolvernos, con su mirada, ese brillo en los ojos que el tiempo opacó, o que nos hemos dejado robar. Viene con sus manitas, a poner calor en las zonas del alma que se nos han entumecido de frío y que necesitan ser abrazadas. Viene a abrir espacios empecinadamente cerrados por nosotros a tantos hermanos nuestros a los que le seguimos diciendo: 'sigan adelante, no hay sitio en esta posada', para quedarnos encastillados y estancados en la ciudadela de nuestras mezquinas seguridades.
¡Viene! ¡Está viniendo! Eso significa 'Adviento'. 'estoy a la puerta y llamo -dice el Apocalipsis-. Si me abres, entraré en tu casa y cenaremos juntos'.

Extraído del Libro: Tres desafíos para esta Navidad, del Padre Angel Rossi s.j.